Formaciones Militares en la Época Clásica
En los tiempos más antiguos de que la historia da cuenta, las tropas se agrupaban en unidades independientes, cuya menor dotación era la de 10 hombres. Estas unidades, a su vez se agrupaban en guras geométricas extendiéndose en el sentido del frente y de la profundidad con intervalos y distancias reglamentarias. Persiguiendo el objeto de abrumar con las masas, prevalecían las formaciones compactas, subordinándose, a veces, a esta necesidad la construcción de las armas, como se veía en la falange griega, en que los hombres de la sexta fila de profundidad, podían herir aún a los enemigos que chocaban con la primera.
Los más antiguos ejércitos de que se hace mención en la historia, son los de los chinos, de los indios y de los egipcios, éstos tenían ya una organización determinada y formaciones de combate definidas, aunque muy rudimentarias. La formación de los egipcios era el cuadro, masa enorme y compacta que se componía de 100 filas de 100 hombres cada una. Formaban así, un cuadro de 10.000 hombres con gran empuje para el choque; pero enormemente pesada para la maniobra. En las alas de este cuerpo iba la escasa caballería que entonces existía y los pocos hombres que llevaban armas para ser arrojadas.
Los persas disminuyeron la profundidad, formando varias líneas con cuerpos que sólo tenían 10 a 12 filas de espesor. Los griegos y macedonios, marcaron un verdadero progreso creando la falange, cuerpo compacto como los anteriores; pero que, por su organización y armamento, merece un estudio especial.
Los elementos que la constituían eran los siguientes:
La primera unidad era de 4 hombres y constituía la emonotía; 2 emonotías formaban la dimería o hemiloquía —8 hombres; 2 dimerías formaban la hilera —16 hombres; 2 hileras formaban la diloquía —32 hombres; 2 diloquias formaban la tetrarquía —64 hombres; 2 tetrarquías formaban la taxciarquía —128 hombres; 2 taxciarquías formaban la sintagma —256 hombres.
La sintagma era ya una unidad cuadrada de 16 hombres por lado: 2 sintagmas constituían la pentacosiarquía—512 hombres; 2 pentacosiarquía constituían la chillarchía —1024 hombres; 2 chillarchías constituían la merarquía —2048 hombres; 2 merarquías constituían la falangarquía—4096 hombres.
Esta unidad que se hallaba dividida en 256 hileras de 16 hombres o sea 16 sintagmas, fue la que pasó a la historia con el nombre de falange. El frente de la falange era, por consiguiente, de 256 hombres y la profundidad de 16. Si se doblaba quedaba con una profundidad de 32 hombres y con una de 8 si se desdoblaba. Las distancias se reducían a su máximo, para resistir a las cargas de caballería, carros o elefantes, se formaba el sinapismo, que más tarde se llamó el cuadro. La extensión del frente no se puede precisar porque no hay noticias ciertas sobre los intervalos, como no los hay tampoco sobre las distancias.
Cada una de las unidades o elementos de que se ha hecho mención, tenían su jefe y por consiguiente, existían los títulos dedilochita, tetrarca, pentacosiarca, falangiarca, etc. Al soldado se le llamaba hoplita y llevaba como armas defensivas, casco, escudo y, en ciertas épocas, coraza o loriga.
Sus armas ofensivas eran la espada corta y una lanza o pica disforme, llamada sarisa y que medía de 6 a 7 metros.
Los hoplitas, como los legionarios romanos, llevaban un número variable —que a veces llegó a siete— de sirvientes, destinados a su servicio y al cuidado de sus armas llamados porta-escudos que luego armados con jabalinas y lanzas ligeras formaban el grupo de hostigadores. Los peltastas, formaban una clase de soldados intermedia entre el hoplita y el psiloi que constituía, la categoría de infantería media, estas tropas normalmente eran reclutadas en la parte norte de Grecia y solían ser Tracios y Dacios su nombre viene dado por el escudo que portaban llamado pelta y que tenia forma de media luna podían llevar una protección ligera armas arrojadizas y espadas.
Enumerados ya todos los elementos que constituían la falange, queda por añadir la turba de heraldos, ayudantes, músicos cantores, sacerdotes, vivanderos, poetas y prostitutas que formaban su cortejo obligado, y con esto, se tiene una idea más o menos completa, de lo que, en su conjunto, era ese cuerpo de tropas.
De su empleo merece señalarse que, cuando los efectivos daban para más de una falange, no se formaba una segunda, sino que se reforzaba la que había, duplicando y hasta cuadriplicando sus efectivos, en cuyo caso la falange se llamaba tetrafalangarquía.
Con la falange simple, combatieron los griegos en Troya con la falange doble o difalangarquía en Maratón y después en Asia con Alejandro, que la reforzó dándole un efectivo de 13.000 combatientes.
No contento con esto, Alejandro dobló la difalangarquía, llegando así a la tetrafalangarquía con 28.672 combatientes, de los cuales 4.096 eran jinetes. A esta organización o unidad le faltaba flexibilidad para la maniobra y era sólo apta para el ataque en masa y, hasta cierto punto, para la defensa.
Cambios de formación, no existían, pudiendo señalarse sólo la formación del sinapismo para resistir las cargas y el aumento y disminución de las distancias e intervalos, en casos determinados.
La organización tampoco variaba, si se hace excepción de lo que se cuenta de Epaminondas, que en Leuctra, la varió dando al costado de ataque una profundidad de 50 hombres con la que arrolló la resistencia de los lacedomonios o espartanos, que sólo llevaban una profundidad de 12 hombres. Este, según muchos, fue el origen del orden oblicuo que tanto hizo hablar más tarde de Federico II.
El combate de la falange la iniciaban los psilois que escaramuceaban al frente y flancos de la falange empleando sus armas arrojadizas y formando lo que se llamaba la nube o cortina de los psilois.
Cuando la proximidad del enemigo los obligaba a replegarse, pasaban a colocarse en las alas y a retaguardia de la falange, desde donde continuaban disparando sus armas. Llegaba entonces su turno a la falange y avanzaba o se mantenía firme o retrocedía, según la clase de combate que quisiera desarrollar. Las seis primeras filas llevaban la pica horizontal, en tanto que las otras diez, la llevaban vertical.
Estas últimas apoyaban el ataque de las primeras, reemplazaban sus bajas y atendían a la defensa de la falange por retaguardia, dando media vuelta si era atacada por allí. Con escudos, los soldados le formaban a la falange una especie de coraza, manteniéndolos al frente los de la primera fila y sobre sus cabezas los de las restantes. Este sistema mantenía a cubierto a las filas traseras del hostigamiento y las saetas del enemigo, pues al ser lanzadas estas iban rebotando por entre el bosque de picas verticales haciéndolas perder fuerza
La cohesión que necesariamente se debía mantener en el combate, se dificultaba mucho en los terrenos accidentados; pues la falange no se hallaba preparada para otras maniobras, que para los giros, marchas de flancos, hasta de 32 pasos y doblamientos y desdoblamientos de la unidad.
Cuando la falange se desorganizaba o sufría un serio quebranto, era reforzada por los peltastas que también iban armados y constituidos en una forma semejante.
La unidad que entre ellos equivalía a la falange era el stifos que, doblado en su efectivo, formaba el epitagma de 8.192.
La desventaja más grave de la falange como unidad de combate era su falta de reserva, especialmente constituida y separada del cuerpo principal.
Aunque la masa o núcleo de los ejércitos griegos, estaba constituido por infantería, contaban también con elefantes, carros y caballería. Existía la caballería pesada y la caballería ligera. La pesada tenía caballos acorazados y sus jinetes, armados de lanza y sable, iban protegidos por cascos, escudos y corazas en pecho brazos y muslos. La caballería ligera no llevaba caballos acorazados y los jinetes sólo usaban cota de malla o pectorales. Como arma llevaban, el sable y la lanza, flechas y jabalinas.
La proporción en que comenzaron agrupar los jinetes en el ejército griego (Platea 479), con respecto a la infantería, fue de 1 por cada diez infantes; pero más tarde llegaron a ser 1.200 en cada falange.
Formaba la caballería en las alas de la falange separada por un intervalo de 150 pies. Se le empleaba como los psilois y, en la victoria, para la persecución.
La falange de la caballería o epitagma se dividió en: 4 Hiparquías de 1024 hombres 16 Tarentinarquías de 256 hombres 64 lías de 64 hombres.
La unidad táctica en esta arma era el ilas de 64 hombres.
Las marchas las efectuaban los griegos, por lo general, en una solo columna, colocando adelante a la caballería que formaba en el ala derecha de la falange, después de la infantería, en seguida los bagajes y por fin, cerrando la columna, la caballería del ala izquierda. A las tropas ligeras se les encomendaba el servicio de seguridad delante y en los flancos de la columna.
Para acampar se elegían, de preferencia, lugares que ofrecieran alguna protección contra los ataques de los enemigos, y dándole una forma circular formaban campamentos protegidos por fosos en las partes no resguardadas por defensas naturales. La seguridad se ejercitaba, dentro del campamento, por la infantería, y fuera, por la caballería ligera.
La falange reinó sin contrapeso en el mundo militar hasta que Perseo fue derrotado en Pidna por Paulo Emilio, en el 168 a. de J.C.
Aquí la falange fue vencida por la legión, formación romana ésta, que tenía marcadas ventajas sobre aquella.
La legión contaba por lo general de 4 a 4.500 hombres mandados por un tribuno y distribuidos así:
Además la legión contaba con 300 jinetes “equites” (en las alas y con máquinas de guerra).
La primera y más decisiva ventaja de la legión sobre la falange, consistía en su disposición de líneas paralelas, que le permitía el empleo sucesivo de sus fuerzas de manera que la tercera línea, de los triarios, pasaba a constituir una verdadera reserva. Por eso, cuando se libraba una batalla tan reñida que hacía necesario el empleo de la tercera línea, los romanos decían: Res ad triarios pervenit (la cosa llegó hasta los triarios).
El servicio militar obligatorio establecido en Roma desde su fundación, por Rómulo fue la base del reclutamiento para la legión (como lo había sido para la falange). Para establecer las categorías, Servio Tulio dividió al pueblo romano en seis clases, tomando en cuenta las fortunas y las declaró a todas obligadas a servir en el ejército, con la sola excepción de la 6a, la cual se la destinó más tarde a proveer de marinos a la escuadra.
Como el servir en el ejército era una distinción, no tenían en él cabida ni los libertos ni los esclavos; pero las necesidades de la guerra obligaron a los romanos a admitirlos momentáneamente después de la batalla de Cannas donde Anibal extermino a 55.000 romanos y a estas bajas habría que sumarles las de la batalla de Trebia 30.000 y Trasimeno 25.000.
El creador de la legión fue el célebre General romano Mario Fuvio Camilo, quien la dividió en 30 manípulos (después centurias) de 100 hombres cada una, algo como nuestras secciones; a su vez divididas en decurias (de 10 soldados). Más tarde Cayo Mario, famoso guerrero romano, agrupó las centurias en 10 cohortes (300 a 360 hombres cada una) verdadera unidad táctica, como ahora la compañía. El frente y la profundidad de la legión alcanzaban más o menos a 200 metros y 30 a 40 metros, respectivamente, sin incluir a los vélites en la profundidad. Dos legiones y sus auxiliares m/m. 20.000 infantes y 3.000 jinetes formaban un ejército consular.
Para los romanos, la legión era la suprema creación del arte militar y, por eso, no es extraño que Polibio en su admiración por ella, haya llegado a decir que “fue debida a la inspiración de los dioses”.
Además de los elementos ya enunciados, contó más tarde la legión con una fuerza irregular, variable y colectiva, constituida por extranjeros y bárbaros que, ordinariamente, formaban en las alas y por lo cual, fueron designados con el nombre de alares. El mérito principal de la legión era su capacidad de reiteración por medio de sus líneas de retaguardia.
La falange, se prestaba más para la defensa, y la legión, para el ataque. Para el combate a distancia contaba cada manípulo con 40 vélites, que iniciaban el ataque combatiendo en orden disperso y hostigando con proyectiles.
La legión atacaba acercándose hasta quedar con las primeras filas de sus manípulos a unos 10 pasos de distancia del adversario y desde allí iniciaba el combate propiamente tal, arrojando sus pillum y lanzándose enseguida al combate cuerpo a cuerpo. Si los hastarios eran rechazados, los reemplazaban los príncipes y si éstos, a su vez también lo eran, los triarios, que hasta ese momento se habían mantenido a retaguardia con una rodilla en tierra, formando una especie de falange con las tropas ya rechazadas y constituyendo ellos el núcleo, se lanzaban al choque con impulso casi siempre irresistible.
Entre tanto, los vélites que después de iniciar el combate se retiraban a los flancos, secundados por la caballería, procuraban atacar al adversario por las alas.
Nuevas reformas en tiempo de Adriano, introdujeron la cohorte miliaria, constituída por 1.105 soldados escogidos y la quingentaria compuesta de 500 hombres.
La cohorte llegó a ser una verdadera unidad táctica y orgánica, sólo en el año 647 de Roma; pero tuvo larga vida y ejerció su influencia a través de varios siglos.
Resucitó con Gonzalo de Córdoba, y siguió hasta Turena y todavía Folard la imitó en el siglo XVIII.
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